Nº8: Insomnio

Y, de repente, aconteció eso que tanto temo: el insomnio…

El sueño es uno de los refugios de mí —de fuga de mi mismidad—, uno de los lugares de despersonalización a los que darme sin más, un lugar de abandono y pura confianza en despertar viva a la mañana siguiente.

Lloro de desesperación en varias ocasiones, sin remedio.

Esta noche, el insomnio me mantiene conmigo, soportando mi —a veces— insoportable reguero mental y el vacío en la boca del estómago. Cada vez que casi caigo rendida, me despierto con un latigazo del cuerpo, en guardia, toda mi sangre siente que hay un algo-fantasmagórico urgentísimo con lo que lidiar, pura quimera. Van pasando las horas y, como siempre que me desvelo, llega un momento en el que me desvanezco en las tinieblas. Un telón baja de repente, sin transición ninguna. Me despierto a las cinco de la mañana y remoloneo en la cama, con ese malestar que es propio de las resacas del sin-sueño. Por temor a arrastrar ese estado durante todo el día, decido que, en lugar de enredarme en las sábanas, me voy a levantar. Desayuno y, a las seis, empuño la bicicleta y el aire se me cuela en la camiseta, en la piel y en las entrañas. La tela de la ropa ondea placenteramente.

No dejo de darle vueltas a la lujosa pobreza de la que tanto habla Emilio Santiago Muíño. Y, rápidamente, se me mete entre ceja y ceja la idea de la ecosofíade Félix Guattari:

Vuelvo a mi temática de la ecosofía. Si no se efectúa una confluencia entre la ecología del medio ambiente, una ecología de lo social y una ecología de lo mental, la ecología se volcará inexorablemente hacia un conservadurismo, hacia el mantenimiento del status quo, incluso hacia políticas autoritarias de regulación y un nuevo tipo de estatismo o de socialismo reductor. Si, por el contrario, la finalidad de la ecología es asociar estas diferentes dimensiones de flujos y de máquinas, establecer puentes entre la ecología de lo visible y la ecología de lo incorporal, es decir la producción de subjetividad, entonces se vuelve concebible una refinalización de lo social más allá de la esfera, sea del beneficio, sea de una regulación autoritaria combinada con un ‘retorno a la naturaleza’, con todo lo que eso conlleva de connotaciones fascistas. Se abre la posibilidad entonces de recomponer las actuales sensibilidades ecológicas, con toda su ambigüedad, con nuevos horizontes ontológicos.

Félix Guattari en “Hacia una autopoiética de la comunicación”, contenido en ¿Quées la ecosofía? Textos presentados por Stéphane Nadaud. Buenos Aires: Cactus, 2015

Me da, entonces, por pensar en la lujosa pobreza como una propuesta ecosófica concreta, articulada en el deseo y en el cuerpo. Una poética (entendida, según lo establece Julio Monteverde en uno de sus textos sobre materialismo poético del número 21-22 de la revista Salamandra, como la síntesis de poiesis+praxis) que entreteje el desarrollo de formas-otras de los enredamientos-sociales-y- afectivos y de las subjetividades en el terreno de una transición hacia un mundo biocéntrico (en el que la vida —no la vida clínica, sino la vida desbordada de sí—, en sentido amplio, lo atraviese todo) en lugar de antropocéntrico.

Para ello el movimiento ecologista tiene que impulsar una revolución cultural insólita. Lujosapobreza podría ser su nombre en clave: austeridad energética y material como prerrequisito para experimentar nuevas formas de abundancia políticamente ilusionantes. Abundancia de vida comunitaria, de tiempo libre, de relaciones sociales, de amor, de sexualidad, de juego, de creatividad, de deporte, de cuidados… Que vuelva la idea de felicidad hegemónica compatible con el retorno de la naturaleza, entendida esta como la necesidad de respetar las condiciones de autoorganización de nuestra biosfera y sus límites.

Emilio Santiago Muíño, “Covid-19, Antropoceno y retorno delanaturaleza

Hay un hilo, de entre todas los hilos contenidos en esta lujosa pobreza, en el que siempre me enredo, y es el de la erotización del mundo. Ese encontrar en el encuentro —que es juego de distancias— una fuente de deseo y de alegría. La erotización como vínculo hacia todo lo-otro que termina siendo eso que me-afecta y afecto, ergo: un-poco-yo-un-poco-mundo (indistinguibles ya). Un repliegue-en-el-que-pasan-cosas en el que perderse, volver, desorganizarse, recomponerse. Amistades que no conocíamos. Aprender intensidades que ya sabíamos.

Se habla pues, en definitiva, y como Deleuze decía de su relación con Guattari en algún texto, de cómo quererse. Ecologías amatorias.

Pienso en el montañismo en relación a la lujosa pobreza y se me antoja que encontraríamos el disfrute en la descomplejización de la gesta y en la afirmación de la complejidad de lo que está ya a mano, ese mundo-ahí que no requiere de esfuerzos sobre-humanos ni reconocimientos-medalla. Una mística profana. Saber que el mundo está encantado sin que ello suponga necesariamente un salto hacia lo te(le)ológico. Asombrarnos, joder. Un montañismo que no apuntala el ego, sino que es un hacerse-monte, un montañismo-a-favor, prográvido, que se hunde en el surco, y en el que el placer se refiere al contacto-con lo-animal-lo-vegetal-lo-geológico y no a la conquista bélico- deportiva del territorio desde una separación universal. Un montañismo que es un darse —también erótico— a las montañas (que ya no son monumentos, ni trofeos: son “solamente” mundo), que están profanadas por nuestra íntima cercanía y otras danzas de las distancias. Una intimidad ventilada por la intemperie. Lo maravilloso está ya.

(Este texto es una encrucijada con muchas ideas de muchas personas además de las que ya he mencionado: Amador Fernández-Savater, Giorgio Agamben, el Comité Invisible, Byung-Chul Han…)

Para descargar el pliego en PDF: PLIEGO Nº8

Publicado por antecimaanticima

narradora de cosas

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